Nunca me cansaré de decirlo, amo lo que hago y cada día me enamoro mas de mi trabajo y de construir mi escalera al cielo del éxito y aún más lo quiero con locura cuando me doy cuenta que no solo estoy construyendo mi escalera sino que por el camino puedo ayudar a otros a subir su primer escalón.
En mi trabajo tengo la oportunidad de conocer muchas personas todas con perfiles diferentes desde los más apáticos, hasta los más alegres, desde los más serios hasta los misteriosos, pero existen unos muy especiales que me roban la atención e invitan a contagiarme de su energía positiva, son los soñadores o aquellos que llegan montados en su barco de la vida y sin destino fijo se aventuran en el mar, cargados de una alegría vital y un deseo de comerse el mundo que es simplemente adictivo.
Cuando el destino me presenta a los soñadores, mi ilusión retoma vuelo y juntos emprendemos un camino mágico, te dejas llevar y tu historia y experiencia se convierte en el centro de atención de aquellos ojos que buscan en ella complicidad, recuerdas la ilusión que una vez tuviste, y en esa mirada de felicidad de haber conseguido la brújula y el empuje que necesitabas, hoy eres tú quien puede ser la brújula y te esfuerzas por que su barco emprenda camino..
Al terminar su aventura por Europa, el viaje de su vida no hace más que comenzar y ver aquella sonrisa, sentir el abrazo que vale por mil, te das cuenta que lo que un día fue tu sueño y hoy es realidad, se convierte en el viento que impulsará muchos otros sueños, y ese momento de la vida del emprendedor jamás se puede olvidar.
